En una apreciación sumaria del desarrollo histórico de la doctrina del pecado original, desde los comienzos de su formulación agustiniana hasta el presente, aparecerá con claridad que no sólo la reflexión teológica, sino también el ordinario juicio común, han advertido con obviedad que la idea de una «herencia de pecado», supondría la forzada conjunción de dos términos que de suyo se excluyen entre sí. Por definición, el pecado sería sólo imputable al sujeto de una actuación libre y consciente, pero de ninguna manera se atribuiría a quien fuera todavía incapaz de un tal comportamiento. Pese a la aparente contradicción implicada en la afirmación de un pecado «no personal», la hodierna reflexión teológica ha proseguido en el intento de dar una explicación coherente de esa nativa condición de pecado, anterior a todo ejercicio individual de la libertad. En efecto, entre los años cincuenta y sesenta, los avances de la exégesis bíblica y de la ciencia evolutiva, así como el existencialismo personalista que en buena medida caracterizaba la filosofía contemporánea, habrían de. marcar los límites dentro de los cuales se llevaría a cabo un significativo debate sobre el significado teológico del pecado original. Baste recordar que ya en 1950, la «Humani generis» planteaba el problema de la comprensión actual del pecado original de cara a las especulaciones sobre el origen poligenético de la especie humana, al mismo tiempo que intentaba precisar el carácter histórico de los primeros capítulos del Génesis.
Es pues interés de este trabajo hacer notar que entre las diversas posturas que protagonizaron aquella discusión en los inicios de la segunda mitad del siglo · XX, se habría ido consolidando una tendencia teológica cuya preocupación por salvaguardar la específica identidad moral de todo pecado, llevaría luego a la convicción de que la explicación común de la enseñanza agustiniana, adolecería de una comprensión «naturalista» que habría terminado por «despersonalizar» el significado antropológico y teológico de la «culpa». Esta persuasión se habría afianzado al amparo de la crítica literaria, ante cuyo probado examen, la creencia en un «pecado heredado» aparecía sin funda ,,cnto alguno en la Escritura, además de resultar incompatible no ya sólo con el personalismo filosófico en boga, sino también con el lenguaje existencial de la cultura hagiográfica. Teniendo en cuenta este período de significativos cambios, se dará paso a la exposición de cuatro recientes reinterpretaciones dd pecado original que precisamente habrían procurado evadir el problema de un pecado antecedente. Sin embargo, paralelamente a la presentación de tales tentativos, este trabajo buscará además hacer notar que por curioso que parezca, el propósito de justificar la índole moral del «pecado heredado», no habría sido una empresa exclusiva de la época contemporánea, sino que también habría sido el objeto central de la argumentación teológica de la alta escolástica, misma que encontraría su expresión más autorizada en la síntesis elaborada por santo Tomás. En efecto, sobre la pista trazada por Anselmo de Canterbury, el Doctor Angélico habría buscado dejar en claro que si la generación biológica podría ser considerada a buen título, la causa instrumental de la transmisión del pecado, ciertamente no podría ser materia de un juicio moral.
Pero, aún y cuando el razonamiento escolástico, al igual que la hodierna relectura teológica se identificarían en el común tentativo de superar la objeción moral del pecado «no personal», cabría observar que el «naturalismo» acusado por las modernas reinterpretaciones, no se referiría a la sola idea agustiniana de la transmisión del pecado por generación, sino que semejante cargo se levantaría también en contra de lo que la síntesis tomista habría considerado como la premisa mayor del presunto «pecado involuntario», es decir, contra el sobreelevado estado de perfección de donde habría caído Adán y toda su descendencia. La idea de la «fantástica condición paradisíaca» como presupuesto de una culpable «privación de la justicia original», no resistía más el análisis de la crítica histórica, amén de que el ascendiente genético atribuido a la primera pareja, había sido puesto en duda por la hipótesis poligenista. El carácter «positivo» de estos nuevos resultados de la investigación científica, habría parecido garantizar entonces la certeza con la que a inicios de los años cincuenta, una emergente orientación teológica ya no sólo marginaría el supuesto de la transfusión del pecado adánico, sino que concretamente juzgaría como superfluo el postulado de un «pecado originante», lo mismo que el entero conjunto de afirmaciones teológicas sobre el «estado original» de los primeros padres.
Reviews
There are no reviews yet.